Era una tarde soleada. Pocas nubes en el cielo. Y un sol que se dejaba entrever. Ahí a unos pocos pasos estaba el arroyo. El ruido del agua llamó la atención de Sumioto. Y caminó hacia uno de sus lados y se sentó a observar. Y el tiempo pasaba y él permanecía en el mismo lugar.
En esa observación escuchó que alguien le decía “mira y aprende del movimiento del agua”. Asustado se dio vuelta y era su maestro de caligrafia, Kejo. Juntos se sentaron a observar en silencio. A contemplar.
Y luego, su maestro finalmente le dijo: “no olvides de observar la naturaleza, aprenderás mucho de ella. Debes saber escuchar”.
Pero Sumioto seguia imnotizado por el movimiemto del agua.Y se preguntó:
¿Acaso debo ser como el agua, con un andar suave y continuo sin chocar con lo que me rodea?
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